Por Braulio Yáñez Patiño
La Corrupción es uno de los mayores problemas que enfrentamos los mexicanos, dada su incidencia negativa en el bienestar general. Es enemiga presente en nuestro territorio desde el periodo de la Colonia. Fue uno de los grandes males que llegaron con la conquista y que hoy siguen haciendo daño.
Reconocerla, ha llevado a que los nuevos gobiernos –y primeros con origen partidista distinto a los que condujeron al país por casi un siglo y permitieron su agudización–, se fijaran como objetivo primordial, su abatimiento. Fue bandera con la que accedieron al poder y pilar fundamental de sus planes de desarrollo. A nivel federal, el PND 2018-2024 estableció a la honradez y honestidad, como principios rectores; y erradicar la corrupción, el dispendio y la frivolidad, como metas primarias en el Eje Política y Gobierno. Y en el caso del Plan de Desarrollo del Estado de México, 2023-2029, se reafirma el compromiso a través del Eje del Cambio 1. Cero Corrupción y Gobierno del Pueblo para el Pueblo.
La conciencia de ella como un mal gubernamental, tardó mucho en llegar. Tal vez se dio con el abierto reconocimiento de la corrupción del sexenio de Miguel Alemán (1946-1952); pero fue hasta la campaña presidencial de Miguel De la Madrid, en 1982, cuando su consigna electoral de Renovación Social de la Sociedad, nos hizo pensar en el fin de esa tolerancia. Nada sucedió. La corrupción siguió creciendo hasta convertirse en la Hydra que hoy amenaza devorar nuestra sociedad.
El cinismo de muchos casos incrementó la preocupación y agudizó la indignación. Tanto hemos convivido con este mal que, sin entenderlo, lo fomentamos de manera consciente. La mordida, el moche y el refresco son solo algunas expresiones con las que aceptamos y justificamos su existencia. Esto y la falta de valores, son causa del limitado avance hacia una Cultura Nacional de la Honestidad.
En 2013, la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) realizada por el INEGI, arrojó que uno de cada dos mexicanos la percibía como el problema más importante que enfrentábamos. Para 2023, la última edición de la ENCIG reporta que 83.1% de los mexicanos percibe a la corrupción como frecuente en el país.
Por su parte, Transparencia Internacional, emite cada año su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC), que “analiza la conexión entre la injusticia y la corrupción, analizando en profundidad cómo la violencia y la corrupción se impactan mutuamente en todo el mundo”. Para 2023, México ocupó la posición 126 entre 180 países considerados, con 31 puntos; Dinamarca fue primera, con menor la incidencia de corrupción y 90 puntos. En 2013 nuestro país ocupó la posición 108, con 31 puntos; ese año, esta organización reportó que cuatro de cada cinco mexicanos (80%), consideraba que la corrupción era un problema en el país y su sector público.
Hoy, iniciamos la revisión de este fenómeno en México y una serie de propuestas para su erradicación. Esto exige su conocimiento pleno, abordar sus características y los ámbitos en que se presenta, con la esperanza de que al comprenderla dejemos de aceptarla. Con la esperanza de que deje de estar presente en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida social.
Concepto y tipología
Mariano Grondona1, nos dice que corromper es “alterar o trastocar la forma de alguna cosa. Corromper es pues desnaturalizar, desviar una cosa del fin del que naturalmente tiende”. Y que un acto corrupto es la “solución perversa de un conflicto de intereses. Tiene lugar cuando una persona obligada moral o legalmente hacia un interés ajeno, lo pone en función de un interés propio”.
Conoce la Tipología de la Corrupción, en los ámbitos social y gubernamental.